Cuenta la historia que (más o menos) a finales de la década de los cincuenta o comienzos de la de los sesenta, en el siglo pasado, un padre llevaba a sus hijos, y a algunos amigos de éstos, hacia una tienda de barrio para que se hidrataran, después de una tarde de recreación. Según cuentan, el padre los niños, emocionados por la posibilidad de tomar las bebidas gaseosas, comenzaron a hacer sus peticiones al señor que atendía el establecimiento comercial:
- ¡Yo quiero una Co`aCola! – dijo el primero,
- ¡A mi deme una Piña Postobón! – complementó el segundo,
- Yo quiero una “ehhhh”, ¿Kola Hipinto?... no una Fanta Durazno!
Y así, cada uno de los niños comenzó a pedir en un volumen cada vez más alto, pero claro, como todo niño, sin pensar en un orden, dejándose llevar por la competencia de quien tenga la voz más fuerte. Y en esa competencia, el que gana es el mayor, y quien lleva la voz “cantante” es el padre, y éste no desaprovechó la oportunidad para demostrar autoridad y mantener el orden en ese establecimiento público que ya estaba empezando mostrar características de caos:
- ¡Deme 7 Cocacolas, por favor!
Y ya, eso fue suficiente para calmar los ánimos de los niños. Esa fue la última palabra, y ese fue el requerimiento que atendió en señor tendero. No había opción de poner en duda u objetar las palabras del padre. Lo que dijera el padre era lo que se hacía, era voz santa. De ahí se acabo el tema, hubo algo de silencio, pero ya en las mesas volvieron los temas volvieron a ser los de la tarde recreativa que acababan de tener.
Cuando hoy esta historia, me pareció bastante cotidiana, pero aún así, bastante cómica. Y no es que lo cotidiano y lo cómico se contrapongan,, es más siempre van de la mano, gracias a la tragicomedia que es la vida. Lo que yo no me di cuenta es que ahí estaba recibiendo mis primeras clases ciencia política, el ver como el orden es necesario en las relaciones sociales, y que para mantenerlos, a veces hay que restringir algunos derechos, como el de la libre elección, todo por el bien común, el principal forma de hacerlo es a través de mecanismos de coerción ejercidos desde una posición de autoridad.
Claro, con el tiempo, uno empieza a ver esos matices que hay sobre los objetivos en una pequeña sociedad y que el orden no debe ser la prioridad siempre, y en fin, esto no es una discusión política. Solo es una muestra de lo que debe ser un buen padre en algunos momentos, un tirano, paro así tiene que ser.
Si hoy, el padre de la historia leyera esto, solamente diría:
- ¡Esas son calumnias de la oposición!
Sin saberlo él, ni mucho menos yo, con esas alusiones a frases de la historia política del país de Sagrado (¿o sangrante?) Corazón de Jesús, comenzaron mis primeras clases de Política. Y eso que el Padre de esa historia quería que yo, o alguno de los de mi generación, fuera ingeniero.
En esas tardes con este señor y su adorable esposa, aprendí, no solo el arte de Rummy-Q de la forma más cruel plagado de normas fascistas, sino que conocí de la historia del mundo, de Colombia y de mi familia de la forma más amena, con los relatos de estos personajes, de sus vidas, de sus recuerdos, de sus sueños, de sus ilusiones. Ni si quiera el narcotráfico con sus actos de terror lograron romper con esta pequeña tradición de Rummy-Q y pan francés.
Al final, nunca supe cual era la tendencia política de este señor, y eso que le tocó vivir la época donde las personas tenían que estar etiquetadas de azul o de rojo. A veces me decían que era liberal, pero a veces le oía comentarios más godos que los de Laureano; y aún así, cuando decidió tomarse en serio lo que dice El Tiempo y Semana, sus debates tenían un tufillo mamerto que rompían varios estereotipos.
Aún así, preocuparse por lo que esta pasando a nuestro alrededor, terminó siendo una de las cosas que él y su hermosa esposa sembraron en mi; desde saber porqué la Reina Isabel II es una ******** y su hijo un ******, hasta porqué Lleras Restrepo, a pesar de todo, parece que fue un buen Presidente.
Esa necesidad de saber lo que está pasando, esa filosofía de ser parte de una sociedad y por ende preocuparse por lo que nos afecta a todos, lo llevo a batallar contra la tecnología, buscando siempre poder adaptarse a ella, desde el dominio de el mercado de la música hasta la anarquía de la información virtual. En esa batalla casi sin fin, nunca se rindió, y solo fue un ejemplo para todos del carácter y perseverancia que siempre se deben mantener, hasta en los pequeños detalles.
Claro, también tuvo que mostrar ese carácter, esa fortaleza, esa “casta” en otras oportunidades. De ahí que muchos hubiésemos querido darle un trofeo llamado el “Premio Highlander”. A pesar de que varios aun recordamos las imágenes de las veces en que su cuerpo le jugó una mala pasada, siempre supo imponer su voluntad y volver a hacer lo suyo.
A pesar de lo diezmado que pudiese haber quedado físicamente, siempre tuvo arrestos para acompañar a todos sus seres queridos en los viajes, en ellos, dejar en nuestra memoria la particular forma de salir a flote desde el fondo de la piscina. Siempre supo como llegar a la mesa, encontrar la ubicación y la potencia para hacer una buena carambola, así el bastón se haya quedado 10 metros atrás, demostrando que lo de ingeniero no se olvida.
Su casa fue el refugio para muchos. Las leyendas cuentan como en la década de los setenta pasaron muchos personajes por ese lugar para descansar después de ágapes nocturnos, donde habían sobrepasado los límites en la ingesta de bebidas alcohólicas, hasta dar espacio de alojamiento a los visitantes. Para los de mi generación, siempre ha sido un lugar donde llegar, así sea a dormir la siesta, cumplir con las responsabilidades, hasta aprender a dar los primeros golpes a un balón de fútbol en el corredor del apartamento con bolas de espuma.
En su casa se realizaron reuniones épicas de baile, y esparcimiento, hasta fue el sitio donde algunos aprendimos el arte de “echar maizena” después de un 5-0. Todo gracias al verdadero ambiente de tranquilidad que se respiraba en su interior. A pesar de los problemas siempre, así se haya demorado o por graves que fueran, se pudo solucionar en el seno de la familia. Las malas decisiones, las malas palabras, nunca lograron desarticular la estructura que se formó alrededor de esté señor y su esposa.
Y es que hablar de él, sin su esposa es muy difícil, se habían conectado de tal forma que era un ejemplo de lo que muchos queremos tener con el tiempo. Fueron más de 50 años juntos, formando una familia unida. Para eso, hay que ser más que un tirano.
Fueron capaces de armar una estructura donde el respeto estuviera al servicio de todos, y no de la autoridad, cosa con lo cual es muy fácil confundirse. Siempre lograron suplir las necesidades de todos los miembros de la familia. Tanto así que esta relación perdura hasta los días cuando los hijos ya formaron sus familias, y con sus esposos y esposas, rezan todos los para que el momento de pasar al nivel de abuelos se demore… otro poquito.
Y ahora que recuerdo tantas cosas de este señor, al final, como resaltaron en su debido momento, solo quedan una gran cantidad de apuntes de los cuales siempre queda algo más. El siempre supo de alguna u otra forma, dejarnos algo. Por eso, solo queda agradecerle por los apuntes, por todos y cada uno de ellos, que de la forma que hayan sido, hoy solo me dejan una sonrisa en la cara, por la gran oportunidad que tuve de haberlos recibido. Tal vez todo lo que he escrito acá solo sean calumnias, pero afortunadamente se quedan dentro de mi, y todos los que lo conocieron.